
Oscuridad y pulsaciones… luces en penumbra tan hermosa (su recuerdo me trae alegría). Noches delirantes de pies desnudos amalgamándose y construyendo caricias entre sueños incompletos. Una delgada línea entre roces inconscientes y ronroneos silenciosos. Sé que una boca ya no busca más la otra boca -que tampoco encuentra la boca que no es buscada;
Entre abro los ojos…
las pestañas pegadas por una voluntad que podría ser externa a mí… me reitero la necesidad de volver a la oscuridad, demasiada luz afuera; me repito -en modalidad jovial- para mi mismo: “delirios, sólo son delirios… cosas que te inventas para hacer tu existencia interesante, pronto podrás volver a percibir lo tangible…“
Sin embargo vuelvo a cerrarlos…
Todo es rojizo (la sangre en mis párpados delata la luz blanquísima del exterior), intento no pensar en nada y eventualmente –alardear paradójico- llego al origen de los pensamientos, a vislumbrar mis últimos episodios de “lucidez”:
Ceño fruncido y párpados apretadísimos…
Destellos de imágenes cada vez menos intermitentes, hasta llegar al abismo de lo constante… el recuerdo reconfortante, de esa continuidad donde percibo más. Siento que entro en un mundo donde los colores y los ritmos pertenecieran sólo a esa realidad, ahí donde tú y yo. (yo: el que escribe esto desde esa otra realidad donde él parece querer atrapar un sueño que vertiginosamente se le escapa, como una intimidad que él no puede confesar y está vetada del sagrado idioma de las letras escritas).
Yo y tú tenemos esa doble complicidad... podría llamarse duplicidad de eso que a los seres con dos ojos y un corazón les da por hacer cuando están junto a ese otro corazón y esos otros dos ojos, haciendo esa suerte de par-ente-zco (por eso de los "pares"), basta con factorizar 2 personas: cuatro ojos, dos corazones... para hacer ese otro Ser de dos ojos y un corazón; ese Ser que no existe, más que cuando en alguna recamara las posibilidades permiten que el cenicero este justo en el centro de la cama, existe ese círculo inscrito -invisible- en el lecho, donde alguien es yin y ese otro es yang (nunca se sabe quién es cuál). Entonces cada actor saca humo a su entender, llegando un momento en que la distancia de mi boca al cenicero, es la misma del cenicero a tus labios... el coágulo se va trazando. Brazadas de nadador naufrago que nos van llevando corriente abajo a esa densa atmósfera de líquidos petrificados (habría que agregar la confidencia de cierta música que facilita la penetración del portal). En “esa dimensión” uno deja éste mundo para dejarse atrapar por esa fuerza del Ser conmovido, es ahí: justo allí, donde dejamos de ser ella y yo, seamos-somos “ese que no tiene nombre” y que se hace aun más evidente cuando una mano roza otra mano: ahí donde la ceniza es depositada –en el centro del Universo- a una cadencia que está fuera de la atmósfera musical, y que aun así logra penetrar en ese infinito de trazos inadvertidos que se esconde entre dos pulsaciones melódicas, no puede ser de otra forma en que el portal sea más que tácito (¿metatácito?). Un grado de conciencia donde las Manos se rozan y un Ojo se mira/ (desde ese parte donde el factor común deja de existir)/ un estéreo más Estéreo/ un unisonó más Unisonó /y la visión panorámica es imprescindible: Pupila que refleja la otra Pupila, 360 grados... un respiro profundo y no hay más... hasta que segundos de horas, tal vez días... No sé sabe cuánto, sólo la certidumbre de necesitar teorías cuánticas o misticismos paganos para explicarse todo cuando llegue la hora de la despedida.
Sin ti y regresando a la individualidad se mira el reloj y la fecha… y sin pena, mucho menos gloria, se vuelve a cerrar el portal... Si la realidad tuviera peso, sería en ese escapismo dimensional donde la realidad pesaría más…
Un parpadeo, intentar despertar…
…pero no puedo abrir los ojos lo suficiente… demasiado borroso, inútil resistirse. Mejor regresar a los recuerdos, a lo que me invente tan real… Una pregunta como parvada de gaviotas hambrientas revolotea en mi cráneo: ¿por qué la condene al exilio…?
Cierro nuevamente las compuertas de la mirada…
Intento borrarte de mí (si te invente ¿por qué no des-inventarte?). Rápidamente olvido esa idea y de mis entrañas evoco una nueva, cualquier cosa es mejor. Concentrándome en la pura percepción y dejándola fluir, hasta llegar al no poder dejar esa extraña sensación de ser un extranjero, justo donde el "mucho gusto" cortes no tiene ningún sentido más que banalidad estética, país donde sonrisas amables son inmorales y la parafernalia social cala en los huesos, en el tuétano de la hipocresía… junto al nervio de la mala educación; desterrado de ese lugar donde no se necesita decir mu-cho gus-to (sílabas de más, donde la Mirada dice más que mil palabras), es allí de donde vienen los suspiros, la regresión traducida en el vacío de la caja torácica (que realmente nunca está vacía).
Fumigando el terreno con ojos de incertidumbre rabiosa, mirando el espacio como territorio donde es tan complicado medir la distancia... no importa cuantos pasos se den... o que zancada metafísica intente conjeturar un tropiezo: una calamidad. Siempre resulta inapropiado, hasta podría decirse anti-ético andar a ese ritmo tan inusual, fuera de contexto. No se puede evitar arrastrar los pies en esa espacialidad amorfa, encoger la espalda... observar el piso detalladamente y eventualmente mirar de reojo; suspirarse en silencio una plegaria (como mantra).
Ir a un bar, algún teatro, platicar con ustedes o con ellas, leer el periódico, o cualquier otra cosa de ciudadano consciente de su humanidad viviendo en el mundo civilizado; también y en su más extremo caso esta el tomar café y sentir que el bullicio de las cafeterías está tan lejos de ser cordial. Las sillas acomodadas y divididas en bloques económicos, las mesas delimitadas y organizadas por religiones posmodernas; mirar entre los asiduos bebedores de café e intentar encontrar Tu alma... entonces todo mundo tiene (tu) rostro, fuman como (tu) fumas, y ríen como (tu) ríes... Cada quien tiene un poco de eso que hace constatar más TU ausencia. Rememoración de la fidelidad a nuestra magia, a esa dimensión donde alguien es llave y el otro indudablemente cerrojo... todo por ser cómplice de esa dualidad que destroza anhelos cuando se sabe lejano del hogar, aniquila esperanzas y nos llena los ojos de inconmensurable melancolía.... y ahí en el frío de la calidad del local, empiezas a sospechar eso que se viene temiendo (porque sé que tu también lo sospechas al unisonó: estés donde estés). Un hilo de material plateado nos une entre tanta oscuridad, gente pasa inadvertida como miles de pasajeros, anónimos... inéditos a la memoria y olvidados al instante... personas que se apropian por unos momentos de Tu silueta al andar, pero tú y yo lo sabemos que sólo son extraños. Muy a pesar de la ajenidad se camina un pie a la vez, se avanza torpemente por la ciudad, entre adoquinados encharcados donde alguna vez reinaron barcos de papel (¿lo recordarás?). Regreso a ésta realidad donde el olvido es eminente...
Ya no siento esa ebullición del interior de mi cuerpo…
exhalo bruscamente y siento la liberación de mis pulmones, ya pronto despertaré……
por ahora, aun pesan demasiado los párpados.
La imaginación me lleva a algo que podría ser pasado, o muy tal vez una premonición. Entro en escena caminando por esos parques donde tu recuerdo pronostico las noches de tu ausencia y de reojo creo verte sentada platicando con alguien más... Porque sé que al igual que yo, tenemos que contarles a los otros de nuestras ausencias, anestesiados entre otros besos y caricias... mirando ojos alienígenas y acobijados en latidos anti-isocronicos... Acá de éste lado donde la gente lee y escribe, toma fotos y hace formatos de procedimientos... en este terreno se mira al cielo desde su perspectiva más perversa, expropiados del paraíso de la inocencia y de la felicidad amputados como muñón gangrenado...
Un grafiti en el cielo me recuerda tu ternura, rezo tu nombre para evitar malos augurios y silbo una tonada que me aleje de la compasión de mi destino -que no compartimos... una dona de nicotina se borra en el cielo... y la historia se acaba, como todo en esta vida que tiene que seguir...
Abro los ojos…
De lleno la luz viola mis pupilas empequeñecidas…
Violentamente respiro, me despido de la oscuridad y sus pulsaciones… me lleno de curiosidad: He renacido, guiado por impulsos de instinto de conservación rastreo sigilosamente el entorno… Un gesto desconocido me dice con tono neutro que descanse, que pronto dejare la sala de cuidados intensivos… Sigilosamente escupo un: pero, pero, pero… El señor suplica mi silencio… no tan cercana una voz femenina, pero fríamente mecánica me dice unas palabras… sonidos que lentamente me van arrastrando…
Impedido por la succión de las tinieblas…
intento no cerrar los ojos,
probablemente un desmayo… ¿Qué más da?
Atrapado en la cordura de ojos cerrados conjeturo lo sucedido, y poco a poco voy traduciendo las últimas palabras, ella decía que en delirios vociferaba un nombre repetidamente, más que sin embargo el nombre del cual me socorría no podía serme de ninguna utilidad… Investigando mis contactos no figuraba ninguna Matilde…
¿Matilde?
En un estremecimiento que me sacude desde lo más hondo del pecho,
recupero todos mis sentidos…
Ahora lo recuerdo todo…
La soledad, el hastió de la vida… noches de pesadillas e insomnio, calor insoportable agobiado por las gotas de sudor incesantes. Necesidad de compañía y excesivas demandas frustradas obligándome a gestar una historia de amor fallida (¿qué otra cosa podía inventarme después de una vida en pantalla plana y alta definición, claramente producto de mí visión fatalista?).
Sonrío…
En la sala de recuperación mis familiares me sonríen sin saber que esa sonrisa no es para ellos… Si supieran que le sonrío a mi conciencia ¡A la cordura!… que he regresado, y estoy para quedarme…
Afuera 27 grados…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario